Historia de valentía y cariño

ana_saraviaAsumir y conocer la enfermedad – en ese orden – es una de las mejores maneras de superar los efectos que estas causan. En cuanto al Parkinson, muchos de los diagnosticados se vuelven más vulnerables, dado que los efectos de la enfermedad generan dependencia con otras personas. Para volver a tener autonomía, es necesaria una gran dosis de optimismo y fuerza de voluntad, ese el caso de Ana María Saravia.

Ana María camina con cierta lentitud y habla despacio, pero su buen humor está intacto. Está diagnosticada con Parkinson desde hace unos diez años. En la actualidad, es la presidenta de la Asociación Uruguaya de Parkinson (AUP). Sabe lo que es la enfermedad y cómo revertir los efectos más severos.

Ana María explica: “saber que uno tiene Parkinson es siempre un shock”. Las consecuencias son muy difíciles de afrontar: rigidez corporal, pobreza de movimientos, inestabilidad postural, temblores e inclusive, dificultades en el habla. Esto hace que muchas personas tiendan a deprimirse. Según comenta, a diferencia de otras enfermedades, en el Parkinson todos sus signos son visibles y a veces el desconocimiento genera discriminación hacia las personas diagnosticadas.

Por eso, ella sostiene que la forma ideal para retomar la confianza en sí mismos y poder llevar una vida normal, es gracias a la ayuda de la familia. Aclara que familiares y amigos son siempre el respaldo adecuado. Son quienes permiten ganar confianza en uno mismo, salir de los momentos difíciles y dan aliento para continuar.

En su caso, Ana María cuenta que reconocerse parkinsoniana no fue su mayor problema. Trabajó en el Hospital de Clínicas desde su fundación y estudió Farmacia. Su contacto con la salud, le permitió identificar – incluso antes que los propios médicos – su enfermedad. Después de que analizaran su caso varios doctores, dio con una especialista en Parkinson: la Dr. Elizabeth Vázquez. La doctora quiso ser lo más amable posible para explicarle que tenía la enfermedad, pero ella la cortó diciéndole: “Mire doctora, yo creo que tengo Parkinson”. La doctora, asombrada primero y aliviada después, le confirmó que sí.

Al salir de esa consulta, Ana María recuerda que se sintió muy deprimida y lloró casi todo el viaje de camino a su casa. Más que por el dolor de saberse parkinsoniana, su angustia era cómo contárselo a su familia. “¿Cómo se lo digo a mis hijos?”, pensaba. Pero luego del primer impacto, su familia fue el eje para su rehabilitación. Tanto que ella, siendo viuda y con sus hijos viviendo lejos, puede vivir sola sin mayores inconvenientes. “Mi familia es todo y todo es alegría”, reveló.

Pero para llegar a esta etapa de su vida, Ana María tuvo que hacer todo un proceso para lograr ser autoválida. “Uno tiene dos caminos: o aceptás la enfermedad o te quedás sentado lamentándote”, dice con una sonrisa franca en la cara. Para ello, los talleres multidisciplinarios son la base de una completa rehabilitación. Pero la clave está en aprender a tener paciencia tanto al parkinsoniano como a su familia y amigos.

Ahora desea recorrer el interior con la AUP. Aún no hay fechas pero, en conjunto con el MIDES, intentarán encontrar más personas parkinsonianas. Desde lo personal, Ana María es oriunda de Treinta y Tres y por lo tanto, anhela poder ayudar a quienes viven en el interior del Uruguay. Ella manifiesta que se identifica mucho con esta población y sus necesidades.

Ana María se va, sola. Su andar es lento, pero seguro. Esos pasos son el ejemplo de la valentía y la fuerza de voluntad personal, pero también del cariño de toda una familia.

 

[La entrevista se realizó en el marco del seminario “Autonomía en movimiento: Prácticas de Cuidados y Promoción de Autonomía de las Personas con Diagnóstico de Parkinson” organizado por la Unidad de Políticas de Discapacidad, perteneciente a la Asesoría Macro en Políticas Sociales del MIDES y la Asociación Uruguaya de Parkinson].